Estoy aquí, en tierras valencianas, gozando de un descanso no programado. En realidad es una parada o un parón. No sé.
Me gusta trabajar, pero a mi aire y por sacudidas, según un tema nuevo o viejo me provoque de manera caprichosa.
Entonces, cuando esto ocurre, leo y leo sin detenerme. Me tomo mis notas y, si estoy inspirado (o eso creo), escribo unas líneas.
No me gusta releerme. En lo escrito siempre descubro fórmulas mejorables o solecismos imperdonables. O cacofonías deliberadas como las que ahora preceden.
Y así continúo, leyendo y escribiendo privadamente hasta que el objeto de mi obsesión comienza a resultarme tedioso, un latazo.
Entonces, siento un vacío interior o un empacho, no sé. Y me cuesta escribir y leer. Mejor dicho, me cuesta leer algo que me atraiga con furia o placer.
Ahora estoy sumido en una melancolía llevadera. No hay nada nuevo que me trastorne.
Ver la entrada original 239 palabras más